Nota "El Gran Lebowski"

MEDIO: Revista 24 Cuadros
FECHA: Enero 2011
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El Gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998)

“No se suele ir vestido así para buscar trabajo, ¿verdad? Y entre semana...”. En el pináculo de películas que emanan volutas de humo cannábico está El Gran Lebowski (The Big Lebowski, 1998), enorme screwball comedy de los hermanos Coen.
La historia, a estas alturas, y es que estamos hablando con cinéfilos empedernidos, es por todos conocida: The Dude (Jeff Bridges) es un vago y jugador de bolos de Los Ángeles que un día es confundido por un par de matones con el millonario Jeffrey Lebowski (David Huddleston). Tras molerlo a piñas y orinarle en la alfombra (no cualquier alfombra sino “su” alfombra), The Dude, incitado por sus amigos, más personajes que ningún otro en la vida, iniciará la búsqueda de El Gran Lebowski para que le compre, por supuesto, una alfombra nueva. De su encuentro surgirá un trato por el que El Gran Lebowski, el original, ofrecerá una recompensa para que The Dude localice a su mujer secuestrada.
Con las actuaciones de Julianne Moore, Steve Buscemi, Phillip Seymour Hoffman, Tara Reid, John Turturro, Sam Elliot, un nunca tan destacable John Goodman, más el inolvidable protagónico de un engordado Jeff Briges a quien sólo le falta hacer llover, El Gran Lebowski se convirtió en película de culto casi desde su estreno, que si bien no forjó demasiadas regalías (su presupuesto fue de 15 millones de dólares y generó 17) supo posicionarse entre la crítica como uno de los highlighted features de 1998.
Al día de hoy, la séptima película de los hermanos Ethan y Joel cuenta, además, con miles de seguidores que le rinden tributo en todo el mundo y hasta tienen –párese y rinda pleitesía por delirante originalidad- festividades propias, las Lebowski Fest y The Dude Abdies. Sí, leyó bien: un fin de semana por año los fans de la peli se reúnen en Kentucky (Estados Unidos) y Londres (Inglaterra), respectivamente, para jugar al bowling y fumarse unos churros en honor al hippismo posmoderno. Increíble.
Manejando un registro irónico de los contextos políticos y sociales como sólo los Coen pueden hacerlo, El Gran Lebowski es, notoriamente, una de sus mejores producciones: una comedia hiper fumona con fuertes tintes de thriller y hasta, por qué no, de mafia movies. Eso, claro que sí, complejiza su trama –comparada, incluso, con la novela negra de Raymond Chandler “The Big Sleep”- y enarbola una serie de situaciones descolocadísimas, sorprendiendo con el temple de las decisiones, elevándola, así, hacia la merecida categoría de obra de arte. Porque El Gran Lebowski somos todos.

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