Nota "Cine para niños y niñas"

MEDIO: Revista Debate
FECHA: Julio 2011
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VACACIONES DE INVIERNO
Por H. P.

Cine para niños y niñas
No hay vacaciones de invierno sin Disney, pero esto ya lo dijo Jean Baudrillard en El Complot del Arte: Ilusión y Desilusión Estética: “La empresa Disney está comprando la calle 42 de Nueva York: ¡la transformará quizás en una atracción mundial donde prostitutas y proxenetas no serán sino figurantes de una realidad virtual que será la estética Disney!”. Absorbe, muta y crece. Así que, Disney significa, entonces, una referencia ineludible teniendo en cuenta que en su última incursión millonaria compró la Marvel Comics, y que mediante su compañía de animación Pixar, adquirida en el 2006, presenta una cara conocida: Cars 2, la esperada secuela de aquel gran más no perfecto y ya clásico film de John Lasseter, en el que los autos de carrera parlantes participarán del “Grand Prix Mundial”. Así, sin el corazón de Wall-E, tal vez la mejor y más sensible película de toda la factoría, ni la emotividad de Toy Story 3 o Buscando a Nemo, Cars 2 se las arreglará para entretener tanto a la platea zagal como a la experimentada. Resulta que Pixar, vía sus películas, siempre pretendió apuntar a todos los frentes de acción; por eso, el hecho de que estemos hablando de autos en sí, que su trama atraviese materias universales sin ningún tipo de timidez -el ser fiel a uno mismo, la cuestión de los lazos de amistad, las humillaciones y la extremada pero humana maldad- y su elevado perfeccionismo en el plano de la animación -sofisticado hincapié estético en el diseño conceptual de vehículos y escenarios, con fondos de clase mundial- resultan, cuanto menos, cautivantes. Aunque, por elevación, esto hará perder un poco a los más pequeñitos y los sostendrá, a la vez, con chistes simplones.
Por otro lado, la Warner Bros., en su perpetuo combate por el liderazgo neo-teeneger, presentará Harry Potter y las reliquias de la muerte (parte 1 y 2), el binomio final de la historia del mago. Sabia decisión la de dividir el séptimo libro en dos filmes -fiel adaptación, por cierto-, apostando por una historia más larga, sí, pero con mayor lugar para resolver mecanismos de trama complejos. En cada oportunidad, la saga de Harry Potter fue separándose un poco más de la premisa infantil preliminar, donde la idea de lo naif perdió silueta ante las nuevas problemáticas maduras. Ahora, como en Cars 2, la muerte y la traición, por caso, no son cuestiones mágicas sino, en verdad, cosa seria.
Tercera arista a considerar en este “nuevo cine infantojuvenil”, donde los tópicos y estéticas resultan acaparadores de público sin distinciones, es la cuestión de los formatos. Allí, asociado en la actualidad más a la cultura shopping que al progresismo tecnológico, el cine 3D ha llegado, para bien o para mal, a inmiscuirse en nuestras vidas. A raíz de tal advenimiento, bajo el contexto de vacaciones invernales, continúa con fuerza su boom sostenido por, entre otras, Transformers: El lado oscuro de la Luna -aquí entrarían, también, Green Lantern, Capitán América y Súper 8-, donde los Autobots vuelven a la acción luchando contra los malvados Decepticons. Su director, Michael Bay, ofrece lo que las masas le demandan, situando con tino su propuesta desde lo espectacular -como espectáculo-, bordeando la cuestión nostálgica -sus cómics datan de 1984, al igual que su serie animada- con el atractivo parafernálico de explosiones, mujeres en plano cenital y tánganas atractivas para los muchachitos.
Y, en definitiva, parece que por ahí anda la cuestión en esta novedosa propuesta de “cine infantojuvenil”. Pues entonces, para ir a lo seguro, pese a la presión contextual de los tanques marketineros, la recomendación de siempre sigue siendo Spielberg, que viendo cualquiera de sus películas en mute las señalamos como obras maestras y que con Súper 8, dirigida por J.J. Abrams, no deberá gastarse demasiado para lograr meterse entre lo mejor del año por su refrescante -también convincente- inclusión de historias de niños en situación extraordinaria, muy a-lo-The Goonies o, mismo, a-lo-E.T. Y, también, por supuesto, porque el lugar de privilegio se lo ganó bien ganado.
De esta forma, en consecuencia, el entendimiento desprejuiciado de sentimentalismos, valores y ciertas truculencias visuales hacen las veces de cocktelera perfecta para la inclusión de todos los públicos. No caben dudas: en estos últimos años, algo se modificó en el consumo de cine. Con esto, es así, las barreras de los espectadores desarrollados con la de los niños están mermando indefectiblemente. Los tiempos cambian, nos vamos poniendo kidults.

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