Nota: Las Tortugas Mutantes Pinjas

MEDIO: Pornoticiero (España)
FECHA: Julio 2012
Nota

Las Tortugas Mutantes Pinjas

La película argentina que generó la industria pornográfica como tal, es una pornoparodia de un dibujito animado. Peleas con desparpajo, ninjas de cartón, diversidad de colores, tortugas mutantes que vienen a salvarnos desde el Norte. Esta es la historia de Las Tortugas Mutantes Pinjas, el filme que comenzó con todo, absolutamente todo.
Por Hernán Panessi

¡Konchadunga! Las Tortugas Mutantes Pinjas es el título de la película iniciática de la industria cinematográfica del porno argentino posmoderno. Es ésta, por supuesto, dado que surge en el momento indicado para su explotación, como coletazo del boom norteamericano –iniciado tímidamente en los 70s- de adaptar y parodiar filmes convencionales. Las Tortugas Murantes Pinjas es una obra legendaria de los video clubes argentos de la década del ’90 y, extensivamente, la germinal de una prolífica maquinaria erótica que, pese a sus conflictos existenciales, sigue en actividad. En el filme de Victor Maytland, deliciosa obra pretenciosamente camp, un grupo terrorista liderado por el villano “Trituradora” (en una pobre alusión castiza de Shredder, para países de habla hispana: “Destructor”, personaje animado antagonista de la serie de Las Tortugas Ninjas, también conocido como Oroku Saki) distribuye unas “pastillas locas”, refiriéndose –probablemente, aunque sin alusión de marca- al Sildenafil o Viagra, que, al ser ingeridas, producen la muerte instantánea después del acto eyaculatorio. Así será cómo el mismísimo presidente de los Estados Unidos (la ficción siempre permite delirios de este calibre) envíe a Las Tortugas Pinjas hacia la Argentina para que se encarguen de tamaña situación.
Maytland, quien después de forjarse en el “cine serio” (él mismo se autodeclaró como parte del mítico Grupo Cine Liberación, un colectivo de cineastas de tendencias antiimperialistas surgidos del seno de la izquierda peronista, aunque también señaló, en una entrevista al Diario Clarín, que “estudió con Pino Solanas y Osvaldo Getino pero que no era Costa-Gavras”), a contraposición de los profesionales de los Estados Unidos, donde los directores de cine porno salen del porno, se pasó paulatinamente a ese mundo, filmó estas sutilmente coreográficas peleas apostadas en una terraza de barrio, unas actuaciones más que pésimas –en el colmo del naturalismo, y de verdad: ¡qué importan!- y sostuvo todo bajo un argumento claramente lisérgico, en su totalidad teñido del Clase Z más colorido del mundo. Pornoparodia de uno de los dibujos animados más exitosos de la historia, Las Tortugas Ninjas (Teenage Mutant Ninja Turtles, 1987-1996), una de las TV series con mayor exposición de ese momento, terminó cayendo en el cliché del argentino-emula-ideas, y aprovechando, incluso, el apogeo de la reiterativa y siempre presente, aunque -vista a la distancia- circunstancial, figura del “ninja”, furor en la democratización del video hogareño y en buena parte de las producciones audiovisuales de la época.
Inmiscuida dentro del explorado sub-género porn parody –si Estados Unidos tuvo su versión de Terminator en The Penetrator (1991), de Orgie Georgie, o su Eduardo Manospenes (Edward Penishands, 1991), de Paul Norman, ¿por qué Argentina no podría hacer algo por el estilo?- y con una edición remasterizada que corresponde a sus 20 onomásticos, esta bizarra película de bajo presupuesto fue uno de los films directos al video que más vendieron en la historia de la pornografía criolla: unas 50.000 copias, cifra para nada despreciable teniendo en cuenta que Garganta Profunda (Deep Throat, 1972), por ejemplo, vendió 12.000 ejemplares en VHS para esa misma estación. De hecho, además, sumando a su merecida popularidad, hasta fue comercializada en kioskos de diarios y revistas.
A decir del crítico cinematográfico Guillermo Ravaschino, en algún número de la revista El Amante, bastante reticente para con esta obra, “Las Tortugas Pinjas cuenta con un infamante trabajo de post-sonorización. Si el mayor gancho del rubro era ofrecer imagen y voz argentina (el público de nuestras pampas no sólo aspira –por suerte- en El Lado Oscuro del Corazón), se ha despreciado esta veta con un doblaje completamente fuera de sincronismo, a cargo de locutores que, encima, aportan un tono de voz que no pega ni por asomo con los atorrantes que se ven en pantalla”.
Cuenta la leyenda, rescatada en una entrevista realizada a Victor Maytland, que para conseguir el casting de Las Tortugas Pinjas, el director habría puesto un aviso en el diario solicitando actores. Ahí se habrían presentado unos 800 hombres. Como ninguno de los seleccionados para interpretar los roles protagónicos eran actores profesionales, tuvo que sustituirse el audio en una sala de doblaje. Para acrecentar el mito, al otorgar notas, Maytland impedía que los actores hablaran dado que se especulaba con la posibilidad de que sean norteamericanos. Así, la leyenda de su rodaje fue creciendo, llegando al punto máximo con la famosa escena de la terraza: la dueña del lugar era la abuela de uno de los actores, siendo –seguramente- un poco engañada en cuanto al devenir de la película. Tal era su efusividad, que corrió por el barrio el rumor de que en su casa estaban filmando una película de “Las Tortugas Ninjas”. Las vecinas del lugar se hicieron eco de la noticia y multiplicaron las voces de la flamante noticia. En consecuencia, el cholulismo no se hizo esperar y, dicen, era común ver a los actores firmando autógrafos e incluso posando en fotos con niños incautos, previa inclusión de calzas elásticas tapando las partes más pudientes, que creían ver a sus ídolos de la tele.
En concreto, Las Tortugas Mutantes Pinjas es una magnífica locura que contiene en sus filas a unos improbables ninjas-terroristas, torturas poco comunes siempre vinculadas al sexo como nudo y desenlace, una reportera bastante rápida llamada –no gratuitamente- “Manuelita” y acción baratísima de lo más predecible y divertida. No faltarán escenas hardcore matizadas por el feliz y nunca tan importante auge del Video Home System. El final de la cinta es sumamente épico: después de derrotar al mal, se dará lugar a una orgía protagonizada por las cuatro Tortugas Pinjas, tres féminas terroristas y la mismísima Manuelita.
Como particularidad, aunque las “Tortugas Pinjas” son, según reza la historia, originarias de los Estados Unidos, hablan en perfecto “argentino”. Por su parte, el original grito de guerra “¡Kawabonga!” es reemplazado descaradamente por el más afín “¡Konchadunga!”. Y, sí: ¡Konchadunga!

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