"Chinos argentinos", informe bizarro sobre películas argentinas de karatekas

MEDIO: Revista 2000 Maníacos (España)
FECHA: Noviembre 2012
"Chinos argentinos", informe bizarro sobre películas argentinas de karatekas

Chinos Argentinos

Un repaso por las producciones de artes marciales oriundas de la República Argentina. Pioneros, experimentos internacionales, miniseries fugaces, productos emergentes y un héroe que todavía late en todos los corazones. | Por Hernán Panessi

Alguna vez, la publicación especializada Blackbelt Magazine lo nombró como “la próxima estrella del cine de artes marciales”. Por los barrios se corría el rumor antes del comienzo de cada episodio de la teleserie Brigada Cola (1992-1994): “¡Hay un Van-Damme argentino!”, gritaban eufóricos los pibes que, también, vitoreaban por lo nacional & popular. En su momento, apareció en el primer episodio de la serie Miami Vice (1997) interpretando a un latino llamado “Batista”. Salió, enaltecido como el titán que en verdad es, en una decena de películas norteamericanas sobre artes marciales. Dirigió cinco películas; entre ellas, Never Surrender (2009), la más destacada. Nació en Corrientes, Argentina, y significó para todos nosotros, los que habitamos este suelo, el equivalente a la máxima estrella del cine marcial vernáculo. Estamos hablando, claro, del enorme Héctor Echavarría, recordado actor en filmes como Los Extermineitors (1989), Extermineitors II: La venganza del Dragón (1990) y Extermineitors III: La gran pelea final (1991), clásicos del cine de acción criollo protagonizados, asimismo, por los comediantes Emilio Disi y Guillermo Francella. Tales películas, en rigor, forman parte elemental de la estructura del cine de trompadas argentino, siendo Los Exterminators –esa germinal de una saga exploitaition influenciada por las películas de Rambo, la serie animada de Las Tortugas Ninjas (1987) y la avanzada de filmes Clase Z editados en video-, probablemente, la primera de por aquí en contar con luchadores profesionales frente a una cámara.
En el año 1987, apenas dos antes que la primer Extermineitors, acá, se dio un fenómeno particular: Sho Kosugi, uno de los actores japoneses más representativos de la cuestión “ninja”, vino a estas pampas a filmar, junto con el local Ulises Dumont y el norteamericano Eric Estrada –recordado por la serie ChiPs (1977-1983)-, un largometraje llamado Contacto ninja en Argentina (Rage of Honor, 1987). En un link improbable, la extinta productora Negocios Cinematográficos se dio el lujo de traer a este “ninja” que ya gozaba de prestigio internacional al ser apadrinado por The Cannon Group y la Golem Globus. Finalmente, la película sólo se estrenó directo a video.
Tiempo después a estos incipientes noventas, como producto de la consolidación de un movimiento post dictadura militar donde el arte era vivido en forma liberadora, predominando las historias abundantes en sexo, runflas políticas y truculencia, llegaría una buena cantidad de material de género policial, erótico y thrillers ídem. Allí, entonces, no hubo tanto espacio para lo “coreografiado”, ya que las problemáticas resultaban más de “tintes vivenciales” –la prostitución y el narcotráfico fueron, para tal coyuntura, su gran vórtice-. Hasta que en el año 2004, lejos de aquellos postulados imponderablemente realistas, y tras un rodaje iniciado en 1999, llegaría Domo Arigato (2004), mediometraje de artes marciales hablado en japonés, dirigido y protagonizado por Juan Bautista Dartiguelongue, donde dos clanes expertos en artes milenarias se darían machaca en honor al mejor cine oriental. En 2006, casi del mismo riñón de amigos, emergería de manera espontánea una película titulada Masacre marcial IVX (2006), de la productora Fomento Producciones, ávida en hacer comedias y parodias variopintas. De hecho, podría considerarse, también, al filme de los jóvenes Pablo Marini y Matías Lojo como “la primer película de artes marciales argentina” ya que, con certeza, las de Carlos Galettini –léase: Extermineitors- no eran exclusivamente de éstas disciplinas, sino que estaban apuntaladas a la acción pura y dura. En Masacre Marcial IVX, de factura autogestionada, ocurría una historia de venganza y romance, todo sujeto bajo el notable manejo del humor de los Fomento Producciones. Subidos en esa misma lógica de producción, los Vaco Moloco, convoy independiente responsable del corto Jesús de Longchamps (2003), arremeterían con todo cuando en el 2010 harían la primer película nacional con “cannabis” en el título: sí, Operación Cannabis (2010), reflejo de una cinefilia made in Tarantino que, en concreto, regalaría patadas entre mujeres con olor a Cynthia Rothrock y, en consecuencia, a las Kill Bill.
Ese mismo año, dos producciones más fueron de la partida. En una, Fuera de la Ley (2010), miniserie para televisión con Antonio Grimau, se vería a un policía experto en artes marciales infiltrarse en una red de mafias para jurarle venganza al asesinato de su sobrina. En otra, el artista marcial Fabián Tévez volcaría sus conocimientos e inquietudes en un largometraje titulado Benjamín (2010), filmado entre 2006 y mediados del 2008, donde un joven ha sufrido un shock, perdiendo el habla, convirtiéndose en un autista. ¿Vio algo? ¿Qué oculta? ¿Volverá a hablar? Interrogantes que irán develándose con el correr de los minutos y que, como siempre, el espectador tendrá el lujo de ir descubriendo sin sudar una sola gota. Como todas esas veces en las que, cuando chicos, deseábamos ser Jean-Claude Van Damme o Héctor Echavarría pero, eso sí, sin nunca, jamás, regalarle a la vida más que un ínfimo de transpiración de karateka atolondrado ni, a la sazón, continuar asistiendo a ninguna academia de artes marciales después de las primeras clases. O, al menos, hasta que la próxima película nos despertara las ganas. Así, resulta evidente, nunca nos convertimos, por las evidentes intermitencias, en unos verdaderos “chinos argentinos”.

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