Reseña de Goretech: Bienvenidos al Planeta Hijo de Puta en Efecto Kuleshov

Escribí sobre Goretech -la mejor película del mundo- en el #2 de Efecto Kuleshov. El scan, acá y acá.

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Odisea (subnormal) en el espacio

Texto de Hernán Panessi

La experiencia es novedosa: cualquier idea previa que uno tenga más o menos elaborada para con el “cine nacional” se ve destruida y atomizada en cien mil pedazos al conocer de Goretech: Bienvenidos al Planeta Hijo de Puta, la cinta más irresponsable y provocadora de los últimos tiempos.

A veces, cabe preguntarse lo siguiente: ¿qué pretendemos como espectadores al ver una película? Y a esta altura del partido, con sobreabundancia de información, artistas de todos los colores, multiplicidad de opciones, teorías de aquí y allá, es menester el factor entretenimiento. Huyendo de cualquier convencionalidad y en yunta con las formas de narrar más descaradas que ha dado el cine mundial, la siempre polémica productora Gorevision, se despacha con –atención el nombre- Goretech: Bienvenidos al Planeta Hijo de Puta, el film más marginal y entretenido que ha vomitado la cultura independiente argentina.
Manteniéndose siempre en la primera línea de fuego del underground criollo (a saber: en Sadomaster y, su secuela, Sadomaster: Locura General, abundan las pijas y la ruptura de la moral puritana, en Un Cazador de Zombies dicen presente los degeneramientos más carnales, con Holocausto Cannabis aparece el primer título con “cannabis” en la historia del cine nacional y, así, se suscribe un tendal de camorrerismo ad eternum), los Gorevision, la productora más escandalosa de la truculencia nac & pop (que, hoy, tiene una buena variedad de exponentes –de FARSA Producciones a Sarna Cine, de Paura Flics a MutaZion, et al.-), venerados en disímiles lugares del mundo como Estados Unidos, Alemania o Japón a razón de la explotación ultragore y sus ediciones en DVD, llevan adelante una historia de ciencia ficción que horrorizaría, sin lugar a dudas, hasta a un iconoclasta como John Waters. (Sí, a ese de Pink Flamingos o Female Trouble o Desperate Living, el mismo que dijo: “Enseñé mi película a unos asesinos en la cárcel y su reacción fue: estás mal de la cabeza”, aquel que fuera capaz de filmar un plano secuencia de un travesti gordo & glam comiendo la caca de su pequeño perrito. Y de quien, los Gorevision, además de a Albert Pyun, Sergio Corbucci, Andreas Schnaas, Lloyd Kaufman y Walter Hill, entre otros, tomarían como influencia.)
En rigor, Goretech cuenta la historia de una expedición al -¡ajám!- Planeta Hijo de Puta. Después de una traición seguida de impericia por parte de la tripulación original del viaje, una seguidilla de acontecimientos desdoblan lo que era, en principio, un notable avance para la humanidad, deviniendo en la catástrofe más grande que el destino (o el hombre) ha generado: la desaparición de todas las mujeres del universo. Asimismo, entonces, la Tierra sucumbirá ante el poder del siniestro humanoide Dr. Hell y lo que antes era paz y progreso, ahora será muerte y miseria. Para hacerle frente a semejante amenaza, un obeso definitivamente inepto, Han Sordo, y su maestro, Capitán Salas, un ninja ancestral y cascarrabias, serán los responsables de detener el Apocalipsis final.
Aquí, La Guerra de las Galaxias, por ejemplo, de quien hereda (y corrompe) estructura, no tiene nada que hacer a su lado. Goretech, que se postula a sí misma, en el súmmum del patoterismo, como “la mejor película de la historia”, y que mama influencias de todo tipo de expresiones –desde videojuegos ochentosos, música ídem, la comedia slapstick, hasta el cine de culto, psicotrónico y psiconáutico-, se convierte en un producto único en su especie, inenarrable. Donde sólo es posible <> a través de los sentidos, de su visionado en plan fumón, de prestarse a una comedia atípica, diferente a esa forma de ver las cosas en las que, como todo lo que es incomparable, por tal, se distingue, se corta solo, llama la atención.
Así, sujeto a una lógica tan pasional como delirante (el sprint final, con ese montaje de doble batalla, no puede ser tan <> en el mejor de los sentidos), deconstruye –apelando a las formas más provocativas de acción: felaciones homosexuales, “referencias chistosas” a instancias históricas delicadas, amores casquivanos, violaciones y triperío- un sinfín de convenciones a las que la cinematografía, sin arriesgarse por entretener al margen culpas, y lejos de vestiduras –a la sazón- culposas, se adhiere naturalmente y pocas veces se juega con algo tan distinto.
Por eso, para cualquier estándar preestablecido, vetusto, antiguo y polvoriento, Goretech puede significar la peor de las porquerías, el cachivache más curioso del cine contemporáneo. Un producto de la baja cultura, el amateurismo o, bien, un largometraje falto de pretensiones artísticas serias. (Nada más errado a todo ello, por lo demás.) Sin embargo, esa cuestión representacional, aquella que exige al espectador relajarse y dejarse llevar por el caos, será fundamental a la hora de ver esta historia. Siendo un film rebelde, donde desde el minuto 0 demanda ir siempre con pie de plomo, donde todas las actuaciones polémicas y sus efectos especiales low-fi (esa parodia al Némesis de Resident Evil, ese castillo entre oscurantista y medieval, ¡ese derrumbe!) terminan siendo un postulado poderoso, un manifiesto ante la vida: porque, claro, acá nada más importa, sólo las historias, ir hacia delante, entretener.
El mayor requerimiento será, pues, bajar la guardia, estimularse (la elección de con qué nunca fue tan libre) para que este convoy antisistémico termine por avivarnos que, dado el caso, la inmersión a las profundidades puede venir desde el arte, por supuesto, pero mucho más si éste es genuino; como el de Germán Magariños, el director de esta obra, y el de toda su trouppe de provocadores full time. Para certificar tamaña expresión, Goretech terminó llevándose el “Premio del Público”, el más alto, el que los directores buscan por una cuestión de empatía con su gente, a la “Mejor Película Iberoamericana” del Buenos Aires Rojo Sangre 2012, uno de los festivales de cine fantástico más importantes de Latinoamérica, el lugar donde hacen pie este tipo de productos. Y, sí, dadas las circunstancias: entendieron todo.

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