Texto para los 18 años de La Nave de los Sueños

Texto para los 18 años de La Nave de los Sueños. ¡Feliz cumple, genios!

Me pasa algo con Gabriel Patrono y La Nave de los Sueños. Creo, es admiración. Es que provengo de los márgenes. Y éstos –Gabi, La Nave y los márgenes-, me simpatizan. Mucho, fuerte. Mi primera aproximación a La Nave se dio hace, más o menos, unos ocho años. Yo estaba con una novia de acá para allá. Éramos inquietos y, en consecuencia, curtíamos todos los eventos que había en el momento: recitales, festivales de cine, ciclos de poesía, museos, todo, todo, todo. Y como siempre fui fetichista de las cosas, un día tomé –vaya a saber de dónde- un catálogo de La Nave. Y lo conservé, sin saber qué era aquello ni para qué iba a guardarlo. Tiempo después, ya mucho más metido en los menesteres del Periodismo y la distribución de cine, apareció un vínculo real, físico. Y ese catálogo tuvo caras, movimiento, acción. Y escuché repetir un nombre como un mantra: “Gabi Patrono, Gabi Patrono, Gabi Patrono”. No sabía quién era ni qué hacía en La Nave, pero mis compañeros de VideoFlims –nuestro humilde sello de cine indie- hablaban de él como alguien necesario. Como una contraseña a pertenecer. Eso fue hace unos cuatro años. Entonces, podría decir que mi relación con La Nave es joven, pero no por eso menos intensa. Hicimos de todo juntos: charlas, presentaciones, textos, hasta alguna película fallida. Y, desde el primer día, algo no cambió: cada vez que piso alguna de sus funciones, me invade mucho más que admiración. Me contagian unas ganas imposibles de hacer cosas –pequeñas, megalómanas-, me transmiten una fe –en los márgenes, en los proyectos, en la amistad- que nunca pude volcar en palabras. Por eso conservo aquel catálogo, por eso ahora soy yo el que repite como mantra: “La Nave de los Sueños, La Nave de los Sueños, La Nave de los Sueños”. Sí, creo que es admiración. Y seguramente sea mucho más. En verdad, no lo sé bien. Es que el sentimiento –aquel de ser como ese noviecito inquieto- es intransferible. Como la mística. Esa que se tiene o no se tiene. Y La Nave, posee la molécula que contiene a todas las místicas. Y está dispuesta a prestarla a todo cosmonauta que quiera –como yo, como tantos otros- subirse a ella. A la mística, a La Nave. Que es una y somos todos. De aquí y para siempre.

0 comentarios:

Publicar un comentario