Cameo en Diario Publicable (TEA)

Hago un cameo en una nota sobre No Solo en Cines.

Dice (y cito):

Hernán habla de Video Flims como un “proyecto exitoso que da pérdida”.

La nota completa, acá.

Entrevista en CINErgia

Me entrevistaron los muchachos del blog CINErgia. Hablé sobre VideoFlims, distribución de cine, porno y, fundamentalmente, conté porqué creo que es una falta de respeto -pese a lo que diga IMDb- que me pongan a actuar. La entrevista, acá.

Balance 2013: Cine independiente argentino

Escribí un balance del año 2013 a propósito de lo ocurrido en el cine independiente argentino, para el Suple NO, del diario Página/12. Acá, la versión online.

| Por Hernán Panessi


Se terminó. El 2013 está por saltar el risco subrayando con fuerza un concepto: independencia. Y no cuesta tanto pensar que hubo un tiempo, no muy lejano, donde el cine verdaderamente independiente estaba condenado a los márgenes. Y desde ahí, un fortín construido a pura amistad se alzó tras la epopeya de proyectos que trascendieron ghettos para dar el golpe definitivo a la masividad. Asimismo, las orillas encontraron en el centro su resignificación. Como Daniel de la Vega, héroe del terror nac & pop, que ahora filma a lo grande: estrenó comercialmente Hermanos de Sangre y, por estos momentos, rueda de manera industrial Necrofobia. Y el ejemplo es musculoso. De un tiempo a esta parte, buena parte de “los independientes” hallaron su lugar en el mundo vía proyectos financiados por el INCAA. ¿Otro ejemplo? La bomba extraordinaria que resultó Andy Muschietti que pasó del corto Mamá –independiente- al largo ídem -¡hollywoodense!- casi sin solución de continuidad. Y en materia exhibición, la fresca bocanada que resultó la aparición de No solo en cines, a partir de sus proyecciones por aquí y por allá. Y otra granada explota de cerca cuando se conoce el saldo de festivales como el Buenos Aires Rojo Sangre: a) un puñado de cortos facturados por cineastas sub-20 debutaron en pantalla grande, b) más de diez mil personas navegaron sus truculentos mares. A todo esto, un aire bien federal comienza a respirarse en la palestra. Así las cosas, films como Curas zombies en Azul –rodada en Azul-, Sangre Negra –en Carlos Keen-, El salmo de San Lucas –en Carlos Casares, de próximo estreno-, entre otras, remarcan que la unión hace la fuerza y que, mientras más descentralizado esté el cuento, más serán las voces. A la sazón, el 2013 fue un año de producción que cosechará siembra en brevísimo: Los Superbonaerenses, Nacido para morir, Blanco o Negro, Lexter, Tiburón Zombie, Érase una vez en Buenos Aires, Jorge y Alberto, Lucho’s Big Adventure y muchas más. Todo eso verá la luz, en forma definitiva, en el 2014. Y, en sintonía fina, sobran mimos para Daemonium, obra facturada con autogestión que supone una evolución notable en materia fantaterrorífica local. Por eso, una pasada por You Tube, basta. Por eso, también, se huele que el cine independiente sigue abasteciendo de ideas –y de profesionales, historias, matices- a un escenario en constante movimiento pero que, cada vez más, encuentra su rumbo. ¿Cuál? El de hacer, hacer y hacer. Y que se vea, vea, vea. Por eso, el año terminó; pero acá, la cosa, no terminó nada.

Columna de opinión sobre la actualidad del cine de terror en Argentina

La Secretaría de Cultura de la Nación tiene una publicación llamada "Nuestra Cultura". Ahí, me pidieron una columna de opinión sobre el estado actual del cine de terror en Argentina. Esto escribí: http://issuu.com/secretariadecultura/docs/nuestracultura23 (páginas 28 y 29). La edición impresa sale en enero y es, claro, de distribución gratuita. Acá, la mención de la columna en la página de la Secretaría.


De los márgenes al centro
Hernán Panessi
Periodista

Un músculo se desgarra, la sangre sale con presión y unos dientes amarillentos comen las visceras de alguien que aún reposa tibio en la calle. Y entre la irreverencia y la efectividad existe un mundo de buenas intenciones. Por esa senda, siempre sujeta a la prepotencia de trabajo, ha ido transitando su camino el cine de terror en nuestro país. De los márgenes al centro, un convoy de jóvenes llevaron a cabo una revolución: la del cine independiente. Y desde la aparición del largometraje Plaga Zombie –cosecha 1997, manufacturada con apenas unos 150 pesos de aquel entonces- hasta nuestros días, aquella revolución llevó esquirlas hacia lugares insospechados. Y provistos de nada más y nada menos que sus propios medios, estos jóvenes incentivaron a otros tantos a que construyan, consuman y crezcan. ¿Su mayor motor? La acción. Hacer, hacer y hacer. Y empujados por una conciencia superadora a la suma de sus carismas individuales, han ido asomándose desde los bordes –sin que esto resultase un problema- productoras con muchas ideas y poco capital. Una ecuación que, con el tiempo, iría repitiéndose. Así las cosas, con tanta acción vino la profesionalización.

Bajo la intención de entretener, esta generación aglutinó obras de todo calibre. Y floreciendo ante un mercado poco innovador, aburrido y repleto de remakes innecesarias, trajo consigo aires de cambio. Se sabe: los movimientos culturales siempre han sido renovadores de cuestiones vetustas. Las intenciones rupturistas y contestatarias significan, invariablemente, nuevas perspectivas de visión. Pero con el cine de terror hubo mucho de causalidad y poco de casualidad: se hizo mucho, se mejoró mucho. Y esas obras cada vez más maduras comenzaron a tomar notoriedad en el trinomio “prensa-espectadores-festivales”. Y con ello, vino cierta legitimación. De nuevo: de los bordes al centro. Bien vale mencionar que los movimientos culturales, históricamente, han sido poco permeables y éste, a la sazón, encuentra en la amistad –y, por consiguiente, en su permeabilidad, en la capacidad de hacer partícipe a cualquiera- otro de sus pilares. Es que si se repasan los nombres de las obras, todos se funden y confunden entre sí. Se torna apenas visible la línea que divide al quién es quién, donde todos hacen todo con todos. Y de nuevo, hacer. Y otra vez, la amistad.

Hablar de obras en particular –más allá de las canónicas, caso Habitaciones para Turistas, Jennifer’s Shadows o la mencionada Plaga Zombie- sería restarle mérito al movimiento en su conjunto. Y si bien Argentina ha tenido ciertas experiencias con del cine de horror –nunca está de más recordar a Narciso Ibáñez Menta-, pocas veces con la constancia de estos tiempos. Asimismo, ha ocurrido que muchos de los partícipes de proyectos de terror independiente –definamos “independiente” como “autogestionado y sin ligazón a ningún organismo cultural o filantrópico”- están trabajando en el cine industrial. Sus historias son, ahora, financiadas por el INCAA y eso es un paso hacia adelante. Eso, por caso, es crecer. Nobleza obliga mencionar que la última gestión del INCAA ha abierto las puertas para que proyectos otrora negados, hoy sean parte de una palestra que contiene multiplicidad de voces. Y la pluralidad, sabemos, es eje de construcción. Y detrás, se nota, hay gestión: por eso INCAA TV y su programación tan ecléctica como inclusiva, por eso los Espacios INCAA donde hasta la película más pequeña puede conseguir un “estreno nacional”.


Y si hablamos de méritos, las partícipes del cine de terror contemporáneo gozan de una herramienta innata –también desarrollada y voluntariosa- que es: hacer muchísimo con poquísimo. Le propongo a usted, lector, una dialéctica simple: entrar a YouTube y buscar, por ejemplo, “Daemonium”. Y es muy probable que se sorprenda cuando vea –aquí no le voy a contar qué verá- que aquello fue hecho con un presupuesto mínimo y autogestionado. Entonces, la contraseña universal del “hacer” toma dimensión de bandera: hacer para crecer. Y que eso entretenga. Y que aquello cuente una historia, que tenga corazón. Mientras tanto, un postulado se libera como un mantra: amistad, amistad, amistad. Y tras esos dientes amarillentos que desgarran músculos y salpican sangre, el terror argentino sonríe de parabienes.

Stan Lee's Super Hero Ball Wars

Entrevista a los creadores de Stan Lee's Super Hero Ball Wars en el Suple NO, de Página/12. Acá, la versión online.

| Por Hernán Panessi

“Tenemos que hacer un videojuego”. Eso pensaron Hernán Sáez y Máximo Balestrini cuando se conocieron siendo extras en una película de zombies y quienes, cada uno por su parte, compartían desde hace tiempo la pasión por los jueguitos. Y, claro, no pasó mucho hasta que crearon NAVE, el primer arcade –fichín, como de los viejos que estaban en las peatonales, ¿se acuerdan?- nac & pop.

NAVE nació en 2010 como iniciativa de Videogamo, la empresa de Sáez y Balestrini. Comenzó siendo un juego Flash de uso hogareño, devino en armatoste metálico y nómade. “Llevó un par de años, entre medio hicimos otros más chicos”, dice Sáez mientras recuerda el origen de la criatura. Compuesto por un arcade de acrílico y chapa, NAVE es un game a la antigua: el olor es a Space Invaders y el look a pixelart, con baja resolución y monocromo blanco y negro incluido.

Se trata de un videojuego de navecitas cuyo objetivo es sobrevivir la mayor cantidad de tiempo. Y de ahí, el posicionamiento a un ranking –el aire nostalgioso se pone ancho y el high score se puede chequear vía web- apunta con el dedo a los responsables de las máximas puntuaciones. Ambientado con música de Justice (suena frenéticamente “Stress”), el gabinete estalla en luces cuando los disparos eclosionan en las naves haciendo eco –la resonancia es inmediata- en el cerebro de los jugadores. Mientras eso sucede, una jugabilidad que rememora a los ochenta –cuando se saltaba con el A y disparaba con el B- subraya fuerte la devoción por el vintage.

Antiguamente, Sáez trabajaba haciendo juegos en la compañía Three Melon. Balestrini, también programador, hacía lo suyo con trabajos freelance. “No es que hicimos específicamente este videojuego, sino que fue el proyecto que prosperó”, agrega Sáez. Y es éste, vale resaltarlo, un caso más del pujante avance de la industria gamer en el país, junto con el aumento notable del volumen de producción, la profesionalización del sector y la creación de escuelas.

NAVE que es, también, la excusa para la comunión de un hecho social –el gollete es que puede jugárselo en eventos- pasó por Capital Federal y el Gran Buenos Aires. Sáez: “Estuvimos en fiestas, boliches, exposiciones, convenciones. Tratamos de ir a los lugares más variados. Desde Tecnópolis hasta un cumpleaños particular”. ¿Qué fue lo más flashero de este tour? “Llevarlo a una casa de fichines del barrio de Flores”. El dato: esa fecha fue organizada por alumnos de la UBA para un corto documental. Y así, la bestia fue vista en su hábitat natural. Y el corto, por caso, se pasó en diferentes festivales, pero aún no está online.


En estos momentos, la dupla de desarrolladores tiene pensado hacer alguna que otra fecha sorpresa en Buenos Aires y, en enero, llevar NAVE a Salta. “Ya más entrado el año tenemos ganas de ir a Estados Unidos y Europa. Nos invitaron de varios lados, pero todavía tenemos que ver cómo llevamos la máquina. Nuestra idea es armar una red de seguidores de NAVE que nos ayuden, con casa y transporte, a hacer posible la movida”, sueña Sáez. Más info y data para jugarlo en www.facebook.com/NAVEArcade

NAVE

Entrevista a los creadores del arcade NAVE en el Suple NO, de Página/12. Acá, la versión online.

| Por Hernán Panessi

“Tenemos que hacer un videojuego”. Eso pensaron Hernán Sáez y Máximo Balestrini cuando se conocieron siendo extras en una película de zombies y quienes, cada uno por su parte, compartían desde hace tiempo la pasión por los jueguitos. Y, claro, no pasó mucho hasta que crearon NAVE, el primer arcade –fichín, como de los viejos que estaban en las peatonales, ¿se acuerdan?- nac & pop.

NAVE nació en 2010 como iniciativa de Videogamo, la empresa de Sáez y Balestrini. Comenzó siendo un juego Flash de uso hogareño, devino en armatoste metálico y nómade. “Llevó un par de años, entre medio hicimos otros más chicos”, dice Sáez mientras recuerda el origen de la criatura. Compuesto por un arcade de acrílico y chapa, NAVE es un game a la antigua: el olor es a Space Invaders y el look a pixelart, con baja resolución y monocromo blanco y negro incluido.

Se trata de un videojuego de navecitas cuyo objetivo es sobrevivir la mayor cantidad de tiempo. Y de ahí, el posicionamiento a un ranking –el aire nostalgioso se pone ancho y el high score se puede chequear vía web- apunta con el dedo a los responsables de las máximas puntuaciones. Ambientado con música de Justice (suena frenéticamente “Stress”), el gabinete estalla en luces cuando los disparos eclosionan en las naves haciendo eco –la resonancia es inmediata- en el cerebro de los jugadores. Mientras eso sucede, una jugabilidad que rememora a los ochenta –cuando se saltaba con el A y disparaba con el B- subraya fuerte la devoción por el vintage.

Antiguamente, Sáez trabajaba haciendo juegos en la compañía Three Melon. Balestrini, también programador, hacía lo suyo con trabajos freelance. “No es que hicimos específicamente este videojuego, sino que fue el proyecto que prosperó”, agrega Sáez. Y es éste, vale resaltarlo, un caso más del pujante avance de la industria gamer en el país, junto con el aumento notable del volumen de producción, la profesionalización del sector y la creación de escuelas.

NAVE que es, también, la excusa para la comunión de un hecho social –el gollete es que puede jugárselo en eventos- pasó por Capital Federal y el Gran Buenos Aires. Sáez: “Estuvimos en fiestas, boliches, exposiciones, convenciones. Tratamos de ir a los lugares más variados. Desde Tecnópolis hasta un cumpleaños particular”. ¿Qué fue lo más flashero de este tour? “Llevarlo a una casa de fichines del barrio de Flores”. El dato: esa fecha fue organizada por alumnos de la UBA para un corto documental. Y así, la bestia fue vista en su hábitat natural. Y el corto, por caso, se pasó en diferentes festivales, pero aún no está online.


En estos momentos, la dupla de desarrolladores tiene pensado hacer alguna que otra fecha sorpresa en Buenos Aires y, en enero, llevar NAVE a Salta. “Ya más entrado el año tenemos ganas de ir a Estados Unidos y Europa. Nos invitaron de varios lados, pero todavía tenemos que ver cómo llevamos la máquina. Nuestra idea es armar una red de seguidores de NAVE que nos ayuden, con casa y transporte, a hacer posible la movida”, sueña Sáez. Más info y data para jugarlo en www.facebook.com/NAVEArcade

Mención en el Diario Diagonales sobre el ciclo Espacio Queer

Lxs amigxs de Espacio Queer, de La Plata, me invitaron a presentar la película Empaná de Pino (Wincy, 2008). Esto dijo el Diario Diagonales sobre el ciclo.

Menciones de la entrevista a Alejandro Urdapilleta

El diario Clarín hizo mención a la entrevista con Urdapilleta. Dijo:

Alejandro Urdapilleta era un personaje de esos que escasean en el mundillo artístico: hacía realmente lo que se le daba la gana. Odiaba el culto a la fama, odiaba la televisión, odiaba el dinero, y lo decía. Cultivaba un perfil cada vez más bajo: en los últimos años estaba más abocado a escribir que a actuar. “Actuar me gusta cada vez menos”, confesó hace poco a la revista Haciendo cine, en la que quizás haya sido la última entrevista que dio. 

También lo hizo Espectadores.wordpress.com. Bien ahí citando fuente.

Última entrevista de Alejandro Urdapilleta

Murió Alejandro Urdapilleta. Los que hacemos cosas -e intentamos desesperadamente dejarle algo al mundo- vamos a extrañarlo todos los días. Por cuestiones del destino, tuve un pequeñísmo cameo en su historia: me condeció la última nota que dio en su vida. Y para mí, fue un enorme momento de mi carrera periodística. Mucho más, sabiendo que hace años no brindaba notas a los medios. Y Urdapilleta no era sólo un actor, tenía un plus: era mejor que todos los demás.

[...] -¿Por eso no te gusta dar notas en la televisión?
- Sí, porque no me gusta la televisión ni la publicidad ni la plata. Me parece que esas cosas son enemigas de la humanidad. Odio a ese monstruo tira caca que es la televisión. No quiero estar; no quiero pertenecer a ese mundo. Ése que fagocita y escupe. Es un alimento malísimo. He hecho cosas para televisión, sí, pero no me gusta eso de dar reportajes. Me da vergüenza la televisión. Primero, soy vago: me gusta estar en mi casa cagándome de risa. Y segundo, no tengo ni ropa para ponerme. Tampoco tengo los dientes blancos. No sé… No me gusta ir a contestar preguntas pedorras para llenarle el programa a Susana Giménez.

Acá, pueden leer la completa: http://www.haciendocine.com.ar/content/“actuar-me-gusta-cada-vez-menos”

O, mejor: compren la edición de noviembre de la Revista Haciendo Cine.